Gabriel Guérrero sale cada mañana, o buena parte de la mañanas, de lunes a sábado, si no con su compañero de labores Rodrigo Camps a hacer “Los abuelitos cascarrabias”, a contar cuentos caracterizado como Gabo Trapitos.
En realidad, es un cuento el que cuenta siempre: “El rey de casi todo”, anónimo de origen budista:
“Que habla mucho de la importancia de tener lo que realmente es necesario”.
Es el público más difícil, el de la locomoción colectiva, dice. Ninguno de los pasajeros pidió, ni se esperaba escuchar un cuento.
Gabriel es actor de oficio. Semi-autodidacta. Ha ido formándose continuamente, desde una instancia determinante: un taller de teatro cuando era estudiante del liceo Santiago Bueras y Avaria, impartido por Rodrigo Camps.
¿Por qué te metiste a ese curso?, le pregunté:
“Estaba yo en clase, aparecieron una niñas diciendo: Oye, va a haber taller de teatro, ¿quién se inscribe? Yo me inscribo”, respondió.
Trabaja de cuatro a cinco horas. Lo que equivale a presentarse en unas 15 a veinte máquinas.
Vive del teatro, en una pieza en el barrio Los Héroes, de Maipú, específicamente en el sector de Balmaceda con Cerro Blanco:
“En paz con la vida que estoy viviendo”.
Un poco agotado si, con necesidad de tomarse unas vacaciones, pero siempre con una frase ingeniosa y política a flor de labios.
Hace dos años, en período de elecciones dijo:
La política chilena es como «Alien v/s Depredador»: Gane quien gane, nosotros perdemos.
Ahora, en 2015, reflexionó:
“Chile es el país menos corrupto de Sudamérica. Por el solo hecho de que la corrupción la hicieron legal”.