
Conocer la visión de alguien comprometido y apasionado con los orígenes, principios e historia de su partido suele ser, en estos tiempos, algo difícil de conseguir. Sin embargo, en Maipú nos encontramos con un militante histórico de la Democracia Cristiana: se trata del profesor, académico universitario, dirigente político y activo militante Humberto Salas Mayorga, quien nos recibe en su casa en el barrio Los Héroes.
Para hablar de lo que ha sido y de lo que es el partido de toda su vida, de su trayectoria política en Maipú —donde fue concejal (1992-1996)— y de la destacada gestión que encabezó como gerente de la Corporación Municipal de Educación, la cual entregó, al término de su administración, con superávit en sus finanzas (algo que hoy es un lujo asiático).
Se apresura en decirnos que:
“Yo ingresé, en el año 1964, en la Marcha de la Patria Joven. Nosotros empezamos a caminar en esta marcha, desde lo que hoy día es la comuna de Padre Hurtado hacia Maipú. Tenía 14 años cuando comencé a militar en el partido de toda la vida.”

“Mi familia era oriunda de Puerto Montt, pero llevo ya casi 70 años en Maipú, una comuna en la que crecí y vi crecer, junto a mi esposa Teresa Serrano, una mujer maravillosa con la que nos casamos el año 1974, cuando el país vivía en plenitud la dictadura. De nuestra unión nacieron nuestros hijos Felipe y Francisco, y de ahí vinieron cuatro nietos con los que compartimos todos los momentos que podemos. Ellos nos alegran la vida, y a lo mejor eso nos permite, también, que estemos muy vigentes.”
¿Y su familia política?
Nosotros seguimos, después de la Marcha de la Patria Joven, cuando ya vino el triunfo de Eduardo Frei Montalva (1964). Nosotros empezamos a trabajar políticamente aquí en la comuna. Eso fue a partir del año 66, más o menos, y para financiar el trabajo político empezamos a vender La Prensa, que era el primer diario que tuvo la Democracia Cristiana. Eso lo hacíamos aquí en Maipú.
Ya en el año 1968 yo fui el primer presidente de la Juventud DC, y fui además tres veces presidente del partido en Maipú.
¿Qué lo impulsó a optar por la militancia en la Democracia Cristiana?
La tenía presente desde que empecé a conocer la filosofía de la Democracia Cristiana. Me enamoré de eso. Sobre todo, que me conozco la encíclica Rerum Novarum de pies a cabeza. Incluso la puedo decir en su versión en latín. Conozco mucho todo el pensamiento humanista cristiano. Y creo que tiene hoy día gran vigencia.
Usted fue parte del concejo municipal el año 1992, el primer concejo democrático post dictadura. ¿Cómo fue esa experiencia?
La verdad es que fue muy enriquecedora. Había grandes personas dentro de los partidos políticos. Dentro de mi partido, nosotros teníamos, por ejemplo, el caso de Mario Ortiz, escritor, poeta, profesor, que había sido alcalde sacado por la dictadura. Bueno, tuve el honor de ser parte de ese concejo junto con Mario, en el primer período de nuestro camarada Herman Silva, que fue alcalde.
Usted también dirigió la educación municipal en la comuna.
Así es. Fue una experiencia maravillosa, porque la verdad es que cuando nosotros tomamos la educación, venía de un proceso no democrático. A pesar de que tenían como gerente a Pablo Bull —que me tocó conocerlo personalmente—, y a pesar de su pensamiento político distinto, era una gran persona que formó la Corporación de Educación, que tenía una estructura para formar corporaciones de manera muy profesional en eso. Y dejó a la corporación, cuando yo la recibí, sin deudas, al igual como nosotros la dejamos después de nuestra gestión.
La actualidad contingente que duele
La Democracia Cristiana ha sido un partido tremendamente importante en más de medio siglo de la política en Chile, pero se ha dividido varias veces. Siempre ha existido esa espada de Damocles sobre su partido. ¿Cómo siente que está la Democracia Cristiana hoy?
Es una pregunta tremendamente compleja. Me ha tocado ver toda la historia de la Democracia Cristiana, todos sus avances, sus logros. Un partido que fue tremendamente exitoso. Un partido que tuvo tres presidentes de la República: Eduardo Frei Montalva, Eduardo Frei Ruiz-Tagle y Patricio Aylwin, y en períodos tremendamente distintos y complejos, los tres. Pero la Democracia Cristiana, a mi juicio, hizo una gran labor en esa época.
Hoy día, por problemas internos, los dirigentes nacionales se despreocuparon de la base, y al despreocuparse, perdieron obviamente todo ese apoyo que podían tener en un momento determinado. Porque resulta que los dirigentes nuestros llegaron a acuerdos sin preocuparse de la base partidaria, nunca le hicieron ninguna pregunta. Empezaron, por ejemplo, a tomar acuerdos y nombrar candidatos sin ninguna prolijidad.
¿Y eso ha cambiado algo ahora?
Nada. Entonces, ¿qué es lo que sucede? Si no participa la base, se va para su casa. Porque nosotros no somos soldados. Si estamos en política es porque queremos participar.
El nuevo dilema para la Democracia Cristiana
Su partido no participó de la reciente elección primaria, porque derechamente no tienen compatibilidad política con el Partido Comunista y el Frente Amplio. Ahora tienen que decidir su apoyo a la candidata comunista Jeannette Jara. Entiendo que están en consulta a los consejos comunales para preparar una Junta Nacional. ¿Es así o ya hay una determinación?
No sé si habrá una determinación. Lo que me preocupa es que ojalá el comité político que tiene que tomar la decisión, la tome políticamente. Lo que pasa es que la Junta Nacional, en el último tiempo, le ha entregado mucho poder al presidente nacional o a la directiva nacional, incluso para llegar a acuerdos con distintos partidos políticos. Y cuando se equivoca, nos equivocamos todos. La base no ha participado en ese proceso.
Nosotros tenemos prácticamente un 3% o 4% de la votación. Por lo tanto, no es que estén llamando a la Democracia Cristiana por su cantidad de votos. Lo están llamando por su historia, porque está en el consciente o inconsciente colectivo que nosotros somos un partido de centro. Y yo estoy convencido de que sin el centro político no va a existir nunca una democracia real.
¿Y cuál es su percepción sobre lo que va a suceder ahora?
Yo creo que la Democracia Cristiana, sus militantes, no van a votar por Jeannette Jara. Aun cuando la Junta Nacional ratifique ese pacto. Ni tampoco estarán con Matthei. Entonces, nos veremos enfrentados a una situación tremendamente compleja.
¿Una opción podría ser tener un candidato propio?
Yo creo que sí.
¿Cuál es su visión?
(Piensa unos segundos y relata fluidamente)
Mi visión es que la Democracia Cristiana debe reconstruir su base electoral y debe fortalecer su identidad. Buscar un liderazgo que conecte a la D.C. con las necesidades del pueblo, sus problemas y sus preocupaciones, y, obviamente, ofrecer soluciones que sean realistas.
La D.C. debe superar, a mi juicio, todo lo que son las divisiones internas, que no son ideológicas, sino que son solamente de poder.
¿Hay parlamentarios que ven amenazada su continuidad?
Yo creo que si nosotros nos sumamos a una sola lista parlamentaria, no tenemos absolutamente nada que hacer. Ahora, distinto es si se va en dos listas parlamentarias, pero vamos a tener que trabajar por el candidato presidencial, y eso nos complica muchísimo a nosotros.
Si Jeannette Jara, como se ha dicho, congelara su militancia en el Partido Comunista, ¿eso haría para usted alguna diferencia?
No, ninguna. Es absolutamente cosmético. Si a nosotros no nos complica que sea comunista. Lo que nos complica de estar con ellos es que tenemos columnas verticales totalmente distintas. Tenemos vertientes que son y que vienen por distintos carriles.
La Democracia Cristiana es un partido que hizo conciencia social de la ideología del cambio. La juventud alumbró un futuro que respondía a lo que ella buscaba. El campesinado vio desplomarse la propiedad privada romano-napoleónica y vio nacer, en la palma misma de la mano, la propiedad de función social. Los trabajadores del campo y la ciudad vieron la posibilidad de ser gobernantes de su propio destino, idea original basada en la defensa de la persona, la cual ha perdido gran parte de su libertad, si entendemos esta como vivir sin miedo. El PDC ha perdido su presencia nacional por el abandono de su elegía humanista cristiana y sus valores.
En lo social —y es una de las cuestiones que hemos perdido— estructuró y estructura un entramado social que le permite llegar con su mensaje, a través de sus bases políticas, a todos los sectores de la población. Eso solo bastaría para justificar a la Democracia Cristiana ante la historia.
¿Y qué papel debiese jugar la DC en el futuro?
Yo pienso que sin centro político no hay democracia. En tiempos de incertidumbre y polarización política, siempre se busca el centro, pues desde allí se puede construir la convivencia, que es un fundamento de la democracia. ¿Qué exposiciones políticas hacen que un partido o una persona política sea de centro? Para ser claro: existen posiciones que, sin lugar a dudas, son incompatibles con todo tipo de centro político, especialmente aquellas que ponen en jaque a la democracia, los derechos y las libertades fundamentales.
Los democratacristianos nos identificamos con el centro político, pero tenemos una tremenda responsabilidad, que es la de articular ideas y posiciones claras. Significa un lugar de dignificación de la política y ser siempre apasionados defensores de la democracia y la libertad, de la institucionalidad y del Estado de Derecho. Así entendido, sin centro político difícilmente puede haber una democracia duradera.



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