
Roxana Ramírez, la velocista que rompe récords y fronteras, emerge como uno de los mayores talentos del atletismo chileno, mientras Maipú apenas despierta a su grandeza y le entrega un apoyo tan tardío como insuficiente.

Roxana Ramírez, nació bajo el sol de Puerto Ayacucho, Venezuela, y encontró en Maipú el escenario de su gran carrera, esa que no solamente se disputa en los estadios, sino también en la vida.
Su historia comenzó a los ocho años, cuando un entrenador cubano vio en ella algo más que talento, también amor por su disciplina y perseverancia, lo necesario para tocar el cielo.
“Me gustaba todo lo extremo”, recuerda. “Mis papás decidieron llevarme al estadio donde vivía, y un entrenador me probó y vio mi potencial. Desde allí me enamoré del atletismo”.
La emigración y el nuevo comienzo en Maipú
Apenas cumplidos los nueve, su familia mitad chilena y mitad venezolana decidió emigrar. Cruzaron fronteras con una maleta llena de incertidumbres, pero con una convicción inquebrantable: Roxana debía seguir corriendo.
En Chile, en el Estadio Santiago Bueras de Maipú, conoció al profesor Ángelo Orellana, del Club Speed, el arquitecto silencioso de su impulso.
“Desde entonces he tenido años de trabajo con dificultades, pero siempre adelante y jamás perdiendo el foco”, dice Roxana. “Cada entreno para mí es un desafío. Siempre lucho contra el tiempo”.

Y el tiempo, que a veces se resiste a ser vencido, se inclinó ante ella. Dieciocho récords nacionales rotos en los últimos dos años. Medallas en torneos sudamericanos escolares y juveniles. Oro, plata y bronce que se han ido acumulando: plata en el Sudamericano Escolar, bronce en los 200 metros, oro en el relevo 4×100, plata en el 8×300, oro con récord nacional y de campeonato en el relevo 4×100, y medalla de plata con récord Sub 20 y Sub 18 en los 100 metros.
El apoyo que no llega desde Maipú
Su velocidad no solo atraviesa pistas, atraviesa prejuicios, fronteras y un insólito desinterés comunal, porque, mientras el país comienza a pronunciar su nombre con cierta reverencia, Maipú, su comuna, apenas despierta a su existencia.
El alcalde Tomás Vodanovic, recibió a la atleta en su oficina, como si fuera una bendición o una ceremonia de bautismo y grabó un video para las redes sociales de la deportista, solicitando que las empresas la ayuden.
Es decir, la comuna y el departamento de deportes no adquieren un compromiso real con este gran proyecto de nuestro deporte.
Esta importancia relativa es un agravio para nuestros representantes y las autoridades abusan de la falta de formalidad y compromiso. No sirven las fotos y los palmoteos de espalda, para quienes son el eslabón más honesto y sano del deporte. Las palabras y las promesas se las lleva el viento.
“Pese a todos mis logros, recién la municipalidad me está tomando en cuenta gracias al último logro con la marca de 11,47 en los 100 metros”, dice, con la calma de quien no reclama y espera el apoyo.
La marca histórica y la clasificación al Mundial
Esa marca de 11 segundos y 47 centésimas, la registró en el Sudamericano Sub 20 en Lima, el 31 de octubre, donde a sus apenas dieciséis años enfrentó a rivales mayores y más experimentadas. Era una competencia que no estaba en sus planes, pero su rendimiento en el segundo semestre la llevó hasta allí.

“Salí a correr sin miedo y a disfrutar la carrera”, recuerda. “Mi motivación era hacer la mínima para el Mundial, que era 11,78. Ya la había hecho antes, pero en un torneo escolar no contaba. Ahora era oficial”.
Y fue oficial. Roxana Ramírez había clasificado al Mundial de Atletismo Sub 20 en Oregon, Estados Unidos.
Sin embargo, detrás de cada logro hay renuncias silenciosas. Ella no sale a fiestas, no conoce la distracción, y sus madrugadas están dedicadas al estudio.
“El deporte es sacrificado”, confiesa. “No salgo a fiestas, no me reúno mucho con mis amistades. Normalmente estudio en la madrugada cuando tengo exámenes importantes”.
La familia y el entrenador: su red de apoyo real
En el centro de su universo están sus padres, pilares de acero, y su entrenador Ángelo Orellana, que ha sido más que un técnico, ha sido brújula, psicólogo y familia: “El profe Ángelo me conoce bien”, dice con ternura. “Sabe cómo ayudarme a controlar las emociones antes de cada carrera. Es mi entrenador, pero también es familia para mí”.

Su comunión con el atletismo es total. Correr es, para ella, una forma de existir. Cada zancada tiene la cadencia de una promesa, cada meta, el eco de un sueño. Por eso, cuando le preguntan qué siente al representar a Maipú, sus palabras suenan a himno y a advertencia:
“Me siento feliz cada vez que dicen que soy de Maipú, orgullosa de dejar siempre en alto la comuna, porque demuestra que en Maipú hay atletas de alto nivel pese a las dificultades para entrenar.”
Pero también hay un reclamo justo, nacido no del resentimiento, sino de la esperanza:
“Mi opinión sobre el apoyo a los deportistas es que seamos tomados en cuenta, porque detrás de esto hay un esfuerzo grande. El apoyo sería una motivación más”.
Su sueño es tan simple como inmenso
“Llegar de la mejor manera al Mundial para dejar el país en alto, llegar a unos Juegos Olímpicos y ser la corredora más rápida del mundo”.

Maipú tiene en sus calles a una atleta de calibre mundial. Una joya que brilla entre el cemento y la desidia. Una velocista que lleva en sus piernas el fuego de dos patrias y en su corazón la bandera de la persistencia.
Y mientras las autoridades miran hacia otro lado, ella sigue corriendo.
Corre bajo el sol o la lluvia, en silencio, con la mirada fija en la meta.
Corre por todos los que alguna vez fueron ignorados.
Corre, porque sabe que el reloj nunca miente, pero la historia sí puede ser justa.
Y cuando la veamos cruzar la meta en Oregon o en París, recordaremos que alguna vez, en una pista de tierra de Maipú, una niña de ocho años comenzó a correr sin saber que estaba despertando al gran proyecto del atletismo chileno que su propia comuna le da una importancia relativa.

José Antonio Lizana Arce es un escritor maipucino y periodista deportivo, autor de seis libros sobre la memoria deportiva en Chile.
Ceacheí. Palabra de campeón (2008), Rayando la cancha (2009), Mojando la camiseta (2010), Pisando la pelota (2014), Pelota en la(s) red(es) social(es) (2018) y Más allá de la cancha (2022).


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