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Cas Colegato: Esperamos que la cultura no se convierta en un producto comercializable, como ocurre con la educación y la salud

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Tiempo de lectura: 6 minutos

Por Álvaro Méndez.
Fotografía de Gabriel Padilla.

En la Villa Louisiana de Maipú encontramos el recinto Guacolda, ubicado en el 2344 de la calle del mismo nombre y espacio contiguo a la cancha Pelantaro, conforman hoy un lugar lleno de vida y movimiento, abierto a los vecinos y que por cierto ofrece una privilegiada vista. Allí y mientras se daba vida al taller de palín (cada sábado hasta diciembre, imperdible) organizado por la agrupación Cas Colegato hablamos con Marco Aguilera, uno de sus miembros fundadores y quien nos relató el largo camino que han recorrido hasta ahora en su tarea de rescate de los espacios públicos y nos adelantó muchas de las ideas que hoy proyectan. Importante resulta el avanzar y mirar hacia el futuro siempre teniendo clara la historia, el pasado, las tradiciones, los Colegatos así lo saben y nos lo recuerdan con fuerza y convicción.

¿Cómo nace y se comienza a organizar Cas Colegato?

Si bien llevamos poco más de 2 años constituidos como agrupación con Personalidad Jurídica todos quienes la integramos somos de este barrio desde pequeños, nacidos y criados acá. Cuando chicos jugábamos en estas calles, en la cancha, en la plaza y ya un poco más grandes cuando comienzas a sentir la necesidad de conocer referentes, de ir a tocatas, de encontrarte con la cultura nos dimos cuenta que estábamos buscando en otros lugares como en la Plaza Brasil o el Parque Forestal así que nació la idea de apoderarnos de esos lugares que ocupábamos cuando niños – que ahora tan abandonados veíamos – y además organizar nuestro propio colectivo que ha tenido como ideas principales precisamente el rescatar espacios públicos y ofrecer acceso gratuito a la cultura, ya no solamente para nosotros sino que para todos los vecinos, vimos que en todo este contexto había una oportunidad.

Junto con el rescate de los espacios públicos y la democratización de la cultura, ¿qué otros objetivos o premisas plantean?

A través de nuestro trabajo pretendemos facilitar el encuentro entre los actores y organizaciones sociales que se desarrollan y dan vida a esta población, a esta villa, también producir diálogo y conciencia entre los vecinos, entre los niños y los adultos, todo aquello desde la valoración de nuestras historias y tradiciones. Así hemos hecho muchas grandes actividades que apuntan hacia esas premisas, por ejemplo en octubre en vez de celebrar el Día de la Raza conmemoramos el Día de la Resistencia Cultural, tratamos de dar una “contramirada” a las fechas que a nivel nacional son celebradas y consideradas importantes.

Tienen un tremendo sentido de pertenencia e identificación con su barrio…

La historia de este barrio se constituye a partir de mucha gente que emigró desde el sur hacia acá, en el caso de mi familia por ejemplo nuestra abuela llegó desde Carahue y así en muchos otros casos, hay mucha población indígena, Mapuche y harto chileno mestizo, somos una mezcla entre los pueblos originarios y el pueblo pobre chileno, nos interesa mucho rescatar esa historia y levantarla como la base de nuestra identidad, la que sentimos aún no ha sido del todo descubierta, nuestros abuelos llegando desde otras ciudades comenzaron a organizar el comité de vivienda que hizo posible la construcción de lo que es hoy esta villa, ellos construyeron nuestras plazas, dieron vida a nuestras calles.

Y esa identificación con el barrio ¿ocurre también con el recinto Guacolda en específico?

Este espacio en particular era hace mucho antes la sede de los alcohólicos anónimos, de los abstemios y quienes trataban de arrancárseles al trago, allí hay toda otra dimensión que debemos reconocer, no olvidar y que complementa la historia de la que antes te hablaba, mi abuelo por ejemplo era curado, en cada una de las familias de quienes hoy construimos Cas Colegato ocurrió directa o indirectamente esa situación, muchos de los padres de familia que llegaron eran campesinos que trabajaban la tierra, sin educación que acompañaban sus rutinas con el trago y acá se organizaron con un espacio para rehabilitarse. Para el terremoto del 85 por ejemplo muchas de estas casas se vinieron abajo ya que la constructora que las levantó hizo un trabajo con muchas falencias, en el que incluso hubo robo de dineros, la situación es que las familias tuvieron que organizarse y lo hicieron acá, se ofrecieron ollas comunes, desayunos, fue un lugar de refugio para los vecinos. Este lugar ha sido un eje cultural, social e histórico, siempre ha habido un cariño por este espacio porque es parte de nuestra identidad como pobladores de la Villa Louisiana.

Entiendo que durante varios años todo este espacio estuvo cerrado o al menos bastante olvidado…

Ocurre que a partir más o menos del año 2000 y hasta que decidimos constituir Cas Colegato, todo este sector estuvo prácticamente abandonado o más bien muy alejado del papel inclusivo que siempre tuvo, llegó por ejemplo una familia de cuidadores quienes estuvieron por 15 años, prácticamente se adueñaron del recinto Guacoldadejando enormes deudas de servicios básicos, hicieron usufructo excluyendo a la comunidad, eso sumado al tema de la drogadicción estaban matando la vida de barrio. La situación con los drogadictos fue muy problemática, se apoderaron de la cancha Pelantaro, venían a fumar pasta base, habían peleas, generaban temor, estaban prácticamente asentándose en ese lugar, estaba lleno de botellas y cajas de vino, preservativos, venían incluso a ducharse porque en el sector había agua así que el municipio en un punto cortó el suministro.

¿Se involucró el municipio en el rescate de este espacio?

La verdad es que con las actividades que comenzamos a organizar en que visibilizábamos este abandono logramos convocar a las autoridades municipales quienes incluso vinieron a fiscalizar en persona, entendemos que finalmente ellos son los responsables principales de que en cada barrio exista equilibrio, así que les planteamos la situación en que se encontraba este sector, tanto el recinto Guacolda como la cancha Pelantaro y solicitamos formalmente la administración de esta última (sobre la cual aún no tenemos respuesta concreta), demoraron un año prácticamente en comenzar a tomar medidas al respecto, en venir a limpiar, a sanitizar. Hoy reconocemos que acuden de manera regular, hay un seguimiento por parte del municipio respecto a lo que ocurre en este lugar, nos tiene contentos, encontramos genial que se hayan puesto las pilas y nos sentimos orgullosos de haber tenido un papel importante en la solución de este problema aunque de igual forma aún falta mucho.

Hoy hay varias organizaciones y agrupaciones asentadas acá, ¿es difícil llegar a consensos, qué tal esa convivencia?

En todo el recinto hoy funcionan 2 centros del adulto mayor y un club de mujeres, desde hace poco también se levantó acá nuestra pequeña sede, si bien fue con el apoyo del municipio lo sentimos casi como un derecho, costó mucho que las otras asociaciones lograran incluir y confiar en una agrupación de carácter más cultural y juvenil de hecho sentimos que esa relación aún tiene mucho en lo cual avanzar, existe todavía cierta desconfianza para con nosotros. Queremos dejar claro que todo lo logrado con Cas Colegato ha sido sin favores políticos ni apelando a ningún contacto, tenemos el derecho a generar comunidad, a asociarnos y construir cultura y así lo hemos hecho saber al municipio y a las otras asociaciones que existen en este lugar. Actualmente además estamos utilizando todos los espacios verdes fuera de las sedes del recinto Guacolda – los que conforman prácticamente un gran patio – para llevar a cabo un taller de palín, instancia que se ha transformado en una oportunidad para acercarnos y acercar a los vecinos a la cosmovisión Mapuche, logramos conseguir que el municipio nos permita su utilización todos los días sábado de 15 a 20 horas.

En cuanto a proyecciones, ¿de qué modo avizoran el futuro para ustedes?

Nuestro sueño es tener habilitado y abierto el espacio para Cas Colegato toda la semana, estamos preparando también una serie de huertos (que no son ni serán nuestros sino que de todos) por lo que esperamos sumar cada vez más gente en la tarea de cuidarlos y hacerlos crecer, esperamos también seguir desarrollando todo tipo de actividades que tengan relación con nuestra premisa de generar diálogo entre los actores sociales, barriales y concientizar sobre nuestra historia, mantener vivo el aporte de nuestros abuelos y padres, de cómo ellos construyeron este barrio. Esperamos que con la cultura no ocurra lo que hoy pasa con la educación o con la salud, que se convirtieron en un producto comercializable, la entendemos como un derecho. Queremos hacer talleres diversos y gratuitos que rescaten el verdadero sentido de la cultura y el arte, esperamos que de aquí salgan cientos de Violeta Parra y de Víctor Jara con conciencia de barrio y respeto por la tradición. Seguiremos con esos ideales trabajando desde la autogestión y desde la cogestión, creemos en esos 2 frentes, hay un montón de dineros que los municipios reciben para la gestión social y las organizaciones comunitarias son las encargadas de llevarlos a las poblas con propuestas concretas que además vienen de los mismos vecinos, es mejor que se ocupen de este modo a que alguien se los robe, no se trata de migajas se trata de nuestros derechos.

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