– ¿Esos perritos nuevos son para venderlos? -preguntó una señora.
«Yo jamás me atrevería a vender un animal. Los rescato de la calle para entregarlos en adopción», respondió Debora Cubillos, quien tiene un puesto en una feria de la Oficina de la Juventud del municipio, que se pone cada quincena y comienzo de mes, a un costado del metro Plaza de Maipú.
¿Por qué?
«Porque creo que lucrar con un animal es un acto despreciable del ser humano. No estoy de acuerdo con que la gente haga parir, parir y parir a sus perros, para después vender los animales».
Al contrario, dice, «tenemos que esterilizar».
Debora Cubillos rescata animales, los protege, y luego los entrega en adopción.
Proceso que costea en parte vendiendo ropa en el mismo puesto.
Su relación con los animales viene desde niña. Aunque hace dos años vivió una experiencia que impulsó su labor actual:
«Fue en diciembre -recuerda-. Salimos a caminar con mi esposo, y mi hijo que andaba en coche, y sentimos llorar una guagua. Yo creí que me iba a desmayar, me dio miedo, creí que era una guagua la que lloraba…».
El ruido provenía de una caja, sellada y cubierta con ramas, puesta contra una pared contigua a la iglesia Gruta de Lourdes, que está al final de la calle González Videla, en la villa Los Héroes.
«Y mi esposo -continúa-, súper aguerrido, fue a ver, sacó las ramas, pateó la caja y salieron un millón de moscas: Habían siete perros. Uno estaba muerto, hinchado, y los otros estaban ahí, muriéndose, jadeando».
«Eran negritos. Nunca se me va a quitar esa imagen, que era de verdad macabra, que fue la de ver el hocico de los perros rojo, con la lengua afuera, jadeando».
«Llegamos a la casa y buscamos en Internet, qué había que darles de comer. Compramos madera, empezamos a darles comida al lado de la estufa… Yo me levantaba a las dos de la mañana a darle leche con mamadera a cada uno. Como era época de verano, los vecinos chicos amigos de mi hija se turnaban para darles leche a los perros», recuerda.
De esos perritos sobrevivieron dos, «que están adoptados en casas humildes, donde los aman y los cuidan».
Debora Cubillos es muy estricta a la hora de dar en adopción un animal. Uno de los requisitos es que la gente se haga cargo de ellos hasta que mueran:
«Yo los hago firmar un contrato de adopción, en que el adoptante se hace cargo 100% del animal. Que lo va a cuidar, que no va a volver nunca más a la calle. Tiene que hacerse resposable de su esterilización».
Ella los va a ver de vez en cuando sin avisar, con el único objeto de saber que el animal esté bien cuidado.
Dice no haber tenido malas experiencias:
«(…) mucha gente me ha asombrado de cómo tiene a los animales. Parecen guaguas».