La involución del respeto en la socidad humana actual

Tiempo de lectura: 4 minutos

Cuando estudiamos la  Historia Universal, vemos con profundo horror los crímenes que en el período oscurantista de la humanidad comete la Inquisición, fundada en el año 1184 mediante una disposición conocida como «Bula Ad Abolendam», emitida por el Papa Lucio III, conocida como El Santo Oficio de la Iglesia Católica y cuyo objetivo sería el combatir la herejía  y perseguir a los disidentes en la fe.

Fue en el año 1252 que el Papa Inocencio IV emitió la «Bula Ad Extirpanda», que expresamente autoriza y faculta la tortura para obtener confesiones y a los que se negaban a abjurar de sus principios, creencias o fe, eran denominados «Herejes Ralopsos» y ejecutados inmediatamente, generalmente en monstruosas hogueras. Giordano Bruno, el Astrónomo, filósofo y poeta italiano, fue uno de los tantos cientos de miles de seres inocentes que murieron en las manos de esta siniestra organización.

Galileo Galilei, la luz del renacimiento, admirador de Arquímides y de Copérnico, astrónomo, físico, filósofo y matemático italiano, inventor del telescopio, al que lo denominó “La verdadera palanca a la que se refiere Arquímides”. Este instrumento, le permitió observaciones al firmamento entre las cuales está el descubrimiento de las lunas de Jupiter, generando como resultado  las teorías que establecen que la Tierra forma parte de todo un sistema que gira en conjunto y coordinación completa y simétrica con todo el resto del Universo, destruyendo las teorías geocentristas de Claudio Tolomeo, sostenidas como «Verdades Absolutas» por la Iglesia Católica de ese entonces. Galileo, presionado por la Inquisición, fue obligado a abjurar de sus teorías para salvar su vida.

Los crímenes de la sanguinaria Inquisición Española, tanto en Europa como luego en el continente Americano, cometidos contra  los pueblos aborígenes a los que consideraban como seres «sin alma» y por consiguiente, factibles de esclavizar, denigrar y exterminar, llenan libros y libros de investigación histórica. Siempre dando un marco legalista, como el caso de la bula papal “Romanus Pontifex” emitida por el Papa Nicolás V el año 1455, que establecía como legal y santificada la esclavitud de los indios  de nuestra América.

Hoy día vemos cómo en muchos países existen medidas legalistas para reprimir las libertades más fundamentales. Pakistán, un país con una población superior a los 180.000.000 de seres humanos, cuya religión principal de más del 90% de sus habitantes es el Islam, acaba de promulgar una ley constitucional conocida como Ley de la Blasfemia, para ajustar aún más sus preceptos legales a las disposiciones de la Sharia o Ley Islámica, apegada a los principios del Corán, el libro sagrado de los musulmanes, una disposición que en la práctica permite al Estado, la persecución y represión de quienes no sean musulmanes o abjuren de esta fe.

Hoy día en  el siglo 21, cuando tenemos tecnología ultra moderna y sistemas comunicacionales que nos permiten informarnos y compartir rápidamente esta información, nos alarmamos de saber cómo las formas de represión y de brutalidad intolerante siguen vivas y activas en grandes zonas de este planeta, y afectan a millones de seres humanos.

Como educador y por consiguiente, partícipe activo en la etapa de formación de seres humanos, en su internación de además de contenidos, de valores  y principios, no puedo menos que condenar la intolerancia y la falta total de respeto a la esencia del ser humano, especialmente cuando se pretende dar un marco de legal al abuso y la discriminación.

Me refiero a la reciente aprobación en Uganda, un país del África, con una población de más de 37.000.000 de personas, de una ley contra la homosexualidad. Al más puro estilo legalista de una verdadera y contemporánea nueva Inquisición. Este cuerpo jurídico castiga hasta con cadena perpetua quienes sean homosexuales, hombres o mujeres. Dejando en claro que en 34 de los 38 países del continente africano, la homosexualidad tiene duras sanciones y en algunos pena de muerte.

Considero que la homosexualidad no es en ningún caso una enfermedad, ni menos una opción de vida, creo que es una condición natural de millones de seres humanos en este planeta y que se presenta en todas las especies vivas, salvo en las hormigas y las abejas. Por consiguiente el perseguir y detener y condenar a homosexuales es solo un lamentable paso en reversa en el desarrollo de la civilización y la sociedad.

Lamentablemente, mientras más avanzamos en desarrollo tecnológico, tenemos un retroceso igualmente proporcional en materia de respeto hacia nuestros semejantes.

Me causa igual grado de admiración el silencio que las naciones del resto del mundo mantienen frente a estos atropellos a la libertad a la condición de humano que tiene cada persona por el solo hecho de ser eso… Persona.

Condeno toda forma de segregación, condeno el racismo, el chovinismo, la xenofobia, el machismo, el clasismo social, la segregación religiosa… y por supuesto la homofobia.

Creo en una sociedad igualitaria y solidaria, donde se respete a cada ser humano en su condición y característica  individual, donde cada persona  sea considerada como representante de derechos civiles, sociales y laborales iguales entre sí.

La educación es, a mi parecer, una de las herramientas que tiene la sociedad para formar valores y principios sólidos y altamente altruistas. Estos se aprenden a partir del hogar y se refuerzan en la escuela y en la vida misma, mediante la interacción con los demás. Recordemos que los antivalores  anteriormente nombrados, también se aprenden en los primeros años  en el seno mismo del hogar.

Por una sociedad más humana y más  civilizada. Sí a la integración. Sí al respeto. Sí a la verdadera evolución, la evolución del «Sentido Solidario de la Humanidad».