¿A qué se opone la oposición en Maipú? Que la figura de la alcaldesa no haya dejado de recibir adhesión popular no puede ser indiferente para una política progresista.
Por Ricardo Camargo y Sergio Benvenutto.
En la televisión no importa tener razón sino dar que hablar. Cuando se tiene éxito, ello ocurre en su propia lógica del consumo, el espectáculo y el rating.
Es evidente que esta lógica se conecta con los imaginarios, anhelos y deseos legítimos de mucha gente (pues así se ha construido Chile). Desconocer ello es no conocer la realidad de un país. Una falta grave para quien quiera hacer política, más cuando se busca que esta sea progresista.
Bajo la lógica de la TV no resulta condenable sino elogiable recibir un auto en donación y sortearlo en la Plaza de Maipú.
Por ello, más allá de que los opositores a la alcadesa Cathy Barriga no lo quieran ver, lo que la TV muestra es una autoridad activa en beneficio de la gente versus una oposición reactiva “aguafiestas». Una batalla del punto de vista cultural a todas luces perdida (¡es como pretender que la gente no vea más matinales porque allí se banaliza la cultura!).
De fondo, lo que está enfrentado son dos maneras de construcción de lo popular (y de la popularidad): una que se conecta con los sueños y esperanzas de la gente para resituarlos sin embargo en un orden injusto y de privilegios; y otra que, queriendo cambiar ese orden, desde una razón pública moralizante aparece oponiéndose a aquellos sueños y goces legítimos.
Bajo la lógica de la TV, la alcaldesa no resulta afectada por una crítica esgrimida desde la razón pública, pues es capaz de reconducirla como un ataque a su figura, la que por cierto es muy popular. El mayor despropósito de todo esto es que el mundo progresista cae en la autorreferencia ridiculizándola a ella y de paso a la gente que la sigue. La oposición renuncia así a disputar eficazmente la construcción de un pueblo progresista, tarea que siempre debe partir desde esos mismos anhelos, goces e imaginarios si no quiere ser una pura prédica inútil y aristocratizante.
Algo de esto seguramente intuye la diputada Pamela Jiles cuando critica a sus pares (y recibe el abucheo generalizado de los mismos).
¿Cuál es el resultado de todo esto?
Dejarle el camino llano a la derecha. Nos guste o no, políticamente la alcaldesa ha explotado provechosamente una imagen de transparencia opuesta al Caso Basura, de la mano con las encuestas, según las cuales el atributo más valorado en un alcalde es la honestidad (Encuesta Nacional Bicentenario Universidad Católica–Adimark del 2008 y Encuesta Nacional de Percepciones Ciudadanas sobre Municipios del Centro Políticas Públicas UC, del 2016).
En contraste, no queda claro a qué se opone la oposición. Que la figura de la alcaldesa no haya dejado de recibir adhesión popular (encuestas Cadem de septiembre y octubre del 2018) no puede ser indiferente para una política progresista. Algo no se está haciendo bien.
La crítica debería tratar de conectar los imaginarios, anhelos y deseos legítimos de mucha gente con una lógica alternativa y efectiva de comunidad, seguridad colectiva y solidaridad. Si no se quiere enfrentar en el futuro una derrota tan masiva como “incomprendida”.
[Fotografía de Nicolás Torres].