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Natalia Pérez, compañera de toda una vida de Alex Núñez: «No hay que bajar los brazos»

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El Instituto Nacional de Derechos Humanos se querelló contra agentes del Estado por homicidio del vecino de Maipú Alex Núñez. Su compañera de toda una vida, Natalia Pérez, declara que si sus hijos no tuvieran miedo de perderla a ella también, seguiría manifestándose: «Hay que conseguir lo que se está proponiendo: esta nueva Constitución, la asamblea, cambiar. Hay que cambar todo esto, porque esta es la continuidad de la dictadura de Pinochet».

—¡¿Qué te pasó?!

—Me sacaron la mugre los pacos.

—Pero, ¿fueron los pacos o los milicos?

—No, los pacos.

—¿Los que sacan partes?

—No, son los tortugas ninja.

Ese es el diálogo que refiere Natalia Pérez (39) sostuvo con Alex Núñez (quien este domingo cumpliría los 40), cuando lo fue a ver a su casa, el 20 de octubre. Estaban separados desde hacía siete años; «pero nunca fue una separación drástica, siempre hubo una muy buena relación». Habían pololeado desde los quince («fue toda una vida juntos»), ahora vivían en casas separadas pero a muy corta distancia (en el mismo pasaje, cercano a la estación de metro Del Sol).

—Él estaba sentado en la plaza, vieron a un furgón de Carabineros que se acerca. Él estaba con un amigo; al amigo lo toman detenido, lo suben. No tengo idea de quién es. No sé si está vivo, si está muerto, no tengo idea. Y al Ale, al correr, le pegan un lumazo en las piernas, lo botan, y empiezan los golpes. Eso me lo cuenta él a mí, en la casa. Que su cabeza era donde más lo habían golpeado, principalmente patadas en la cabeza. Él me decía que su cabeza parecía una pelota.

Durante los primeros días del estallido social que estamos viviendo en Chile era ella la que salía, con sus hijos, a manifestarse. Él «no era de ir a las manifestaciones» sino que miraba, observaba desde lejos. «Yo lucho a mi forma nomás, a través de mi voto», decía. «Era muy pacífico. De hecho él nos vigilaba; se ponía en la avenida, en la reja, y nos miraba. Cuando se ponía peluda la cosa nos llamaba: Vámonos. Están puro leseando aquí; les va a pasar algo…».

Ese domingo la cosa se había puesto peluda, «estos tipos iban con todo: perdigones; las bombas caían en los techos. Y ese día no salimos a manifestarnos». Alex sí salió, durante el toque de queda, «solamente para entregar una máquina, un trabajo que tenía que entregar».

A la mañana siguiente, como no reaccionaba, lo trasladaron a la Posta Central. «Y de ahí ya no salió más». Murió a causa de un traumatismo encéfalo craneano. Afuera de la posta, «que estaba cerrada con cadenas y candados», estaba el personal del Instituto Nacional de Derechos Humanos. A través de la reja, Natalia hizo la denuncia. El INDH presentó una querella por el presunto homicidio de Alex Gómez a manos de agentes del Estado.

«La verdad es que nosotros salíamos a manifestarnos por todas estas cosas que nos molestan —dice Natalia—. La salud y la educación, principalmente. Para qué nombrar a las AFPs. Por ejemplo, mi hijo mayor tiene veintidós años; él todavía no puede estudiar una carrera, porque está juntando plata. El papá era trabajador independiente, y yo trabajadora pública, y más encima hay más hijos detrás. No se le puede pagar una carrera a él, o si no dejas de darle de comer a otros… Todo esto es una seguidilla de cosas. Te suben el transporte, te suben la luz, te suben todo, y tu sueldo sigue igual. Entonces por eso nosotros nos manifestábamos, reclamábamos, porque ya estamos cansados. Y si tú me preguntas qué es lo que yo pienso ahora, después de lo que pasó con el Álex, yo pienso igual. Si yo pudiera salir a manifestarme, salgo, pero mis chiquillos están asustados, porque si me pasa algo… Entonces por eso yo no salgo, porque a ellos les da miedo que a mí me vaya a pasar algo, pero yo estaría allá afuera, de la misma manera que estuve antes de que falleciera el Álex».

«Ahora se me suma otra situación, que es que yo no voy a bajar los brazos, porque yo quiero justicia para él, porque esto no puede quedar impune. Los bandidos tienen que pagar, ellos son asesinos, mataron al padre de mis hijos».

—¿Tiene un mensaje para el pueblo chileno?

—Simplemente, que no bajen los brazos. El gobierno, qué es lo que quiere, es cansar. Ahora los deja que protesten y todo. Y ellos piensan que nosotros nos vamos a cansar, y no es así, no hay que bajar los brazos, hay que conseguir lo que se está proponiendo: esta nueva Constitución, la asamblea, cambiar. Hay que cambiar todo esto, porque esta es la continuidad de la dictadura de Pinochet. Y que no ha cambiado en nada. Eso es lo que tenemos que hacer: darle prioridad a nuestras prioridades. Hay que seguir luchando hasta el final, no nos podemos quedar, porque no nos pueden seguir viendo la cara.

—¿Cuál es su mensaje para los jóvenes de la comuna?

—Que continúen. Tienen que ser escuchados, de alguna u otra forma. A mí me da coraje cuando dicen: Están destruyendo todo, pero ¡¿cuánto no nos han destruido a nosotros?! Ellos son violentos en la forma en que nos tratan a nosotros, se les paga con la misma moneda. Que se hagan escuchar de una u otra forma. Tienen que ser oídos. Que continúen, que no bajen los brazos, hasta que esto sea escuchado bien. Que este caballero se saque los tapones y deje de ser tozudo.

—Me encantan mis cabros, mis jóvenes chilenos. Son increíbles. Tienen una fortaleza increíble. Cuando estábamos en el hospital llegaban unos chiquillos con perdigones, y decían: No importa, mañana seguimos. Se apoyaban entre ellos. Hay que continuar, hasta que nos escuchen en todo.

Natalia se siente «físicamente agotada», pero hay gestos, como el de unos jóvenes hijos de exiliados que la llamaron desde Bélgica para mandarle fuerzas, que la hacen no bajar los brazos, seguir:

«Después habrá tiempo para descansar, para deprimirse, para todo. Ahora hay que planificar, hay que ser matemáticos (…). No le doy cabida a deprimirme, porque si me deprimo, me voy lejos, me voy a la B. Hay que seguir (…), hasta que nosotros consigamos lo que queremos. Y no solamente por el Ale sino que por todos, por todos los que cayeron, por todos los que van a caer, y por el futuro de nuestros niños, por nuestros viejos».

«La fuerza vital de la unidad romperá los diques de las dictaduras y abrirá los causes para que los pueblos puedan ser libres y puedan construir su propio destino».

Salvador Allende.

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Sergio Benvenutto Palacios

Exdirector del Diario La Batalla de Maipú.

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