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Rigoletto Benucci, el pintor del Mercado Municipal de Maipú

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Tiempo de lectura: 5 minutos

[dropcap color=»#447226 » type=»square»]Cuando nos asomamos al taller de Rigoletto Benucci, en el Mercado Municipal de Maipú, estaba declamando una frase en italiano:

— ¡Molto bello!

O algo por el estilo, gesticulando pomposamente.

Rigoletto inició su vida artística con estudios de teatro, estudios que concluyeron anticipadamente el año ´86. Era una época políticamente convulsa, recuerda. Y además no tenía ni un peso.

Lo miraban mal en su casa a causa de ello. Hasta que discurrió un medio para legitimarse ante su familia: vender pisapapeles.

Consistían en piedras pintadas con mensajes a favor y en contra de Pinochet, dependiendo de la ocasión. “Uno como artista no es ni del “Sí” ni del “No” —afirma discutiblemente—. Tenía que generar recursos. Hasta que después me casé el año ‘89”.

Proveniente de San Miguel llegó a vivir a la casa de la familia de su esposa; en calle Lumen, comuna de Maipú.

El Mercado

Por entonces, Rigoletto comenzó a asistir a los cursos de la Sociedad Nacional de Bellas Artes, con el maestro Santos Assereto. “Allí gané todos los certámenes, y fui a buscar un maestro que me enseñara más técnica sobre el realismo, y llegué a las manos de Enrique Azócar, y después de Sergio Stitchkin, que fue compañero de Claudio Bravo, el gran maestro del realismo chileno fallecido hace poco”.

“Yo admiro mucho a los pintores impresionistas —dice ante una pregunta nuestra—, pero yo soy realista. Tengo esa tendencia a pintar con detalle porque mi persona es así. Soy un tipo tranquilo, que me gusta sacarle toda la información a lo que estoy haciendo”.

Al mercado llegó en 1996. Óscar Morales, dueño de la marquería del pasillo cinco, le permitió ocupar el frontis del local para exhibir sus cuadros. Él ganaba con el enmarcado.

Aquella sociedad comercial dura hasta hoy. Rigoletto ocupa el local 137, al frente de la marquería.

Cuenta que en aquella época “comenzaron a entregarse muchos subsidios habitacionales”. Cosa que aprovechó en un doble sentido. Por una parte, adquirió una casa, y por otra, vendió muchos cuadros a las familias que se instalaban en la comuna y querían decorar las suyas. “Desde ahí nunca he hecho otra cosa que pintar”, dice.

El año 2000 terminó de pagar el dividendo, y en acto de agradecimiento por haberlo hecho valiéndose de la pintura acudió a la iglesia junto a su señora. De ahí en más, la vida de Rigoletto ha estado determinada por la biblia como fuente de su fe.

“Quiero entender cuál es la razón de vivir; cuál es el propósito de mi vida. Y he entendido que no es tener hijos, tener casa, tener auto, tener diplomas. No es eso: Siento que el propósito de mi vida es hacer lo que Dios quiere que yo haga. Y Dios quiere que yo pinte; y Dios quiere que yo me prepare para cuando él venga”.

En efecto, Rigoletto no hace ningún esfuerzo por mostrarnos sus diplomas. Están colgados bien arriba, fundiéndose con las sombras. Casi no se ven: “Gané la medalla de bronce, en el Salón Nacional de la Sociedad Nacional de Bellas artes, y ahí ya no quise participar más. Me dio como vergüenza exponer pa’ ganar… Si esto no es una competencia…”.

Antes bien, cita el “Decálogo del artista”, de Gabriela Mistral:

No hay arte ateo. Aunque no ames al creador, lo afirmarás creando a su semejanza.

“Yo eso lo leí estando en teatro”, apunta, y añade: “Mi taller está frente a ese árbol que veo en otoño, invierno, primavera, verano; y veo el proceso donde no hay ningún hombre que ha intervenido. Yo digo: Aquí tiene que estar Dios”.

El taller

Rigoletto realiza clases particulares en su taller, a la vez que trabaja como monitor del Departamento de Cultura de la Municipalidad de Maipú.

“El problema es que los alumnos terminan tan entusiasmados —dice—, tan prendidos, que después vuelven a inscribirse y, según dice el Municipio, el Departamento de Cultura, no debiera inscribirse el mismo alumno , porque la idea es que esta posibilidad la tengan todos lo vecinos de la comuna… Pero la gente vuelve al profesor que le enseñó de cierta manera”.

¿Qué días trabaja en el taller?

“De domingo a jueves, y el sábado le sirvo a mi señor en la iglesia adventista. Soy cristiano adventista del séptimo día. El séptimo día es el día del señor: el Sabbat, que significa reposo, y es el único día al que Dios le puso nombre».

“El séptimo día Dios descansó, lo apartó, lo santificó, lo guardó. No por causa de él sino del hombre. Dios sabía que si no le daba un día de descanso al hombre, este no iba a parar, iba a seguir trabajando, creyendo que todo lo que tenía era porque él mismo se lo ganaba. Y Dios nos hace recordar que no: Soy yo el que te doy la bendición. El primer milagro que Dios nos hace en la mañana es que nosotros abramos los ojos”.

En día sábado Rigoletto realiza obra misionera. «La obra misionera es olvidarnos del yo un poco. Nada se cobra. Ese día me olvido de que vendo un cuadro. Ese día voy, por ejemplo, y le pongo un vidrio a la viejita… voy a visitar a mis padres, a un hermano. Uno suele decir: Te voy a pasar a ver cuando tenga tiempo. Pues bien, ese día puedo hacerlo”. «Es agradecer a Dios por las bendiciones que te ha dado durante la semana».

Le gusta trabajar en el mercado. Sentir los olores, ver las cosas y a la gente que trabaja allí. Acaba de rechazar por estos días, de hecho, una oferta de impartir clases en Providencia.

Eso nos decía el pintor cuando su alumna Carolina —flagrante oyente de toda la entrevista—, quien trabajaba frente al caballete, se dio vuelta y opinó:

“Nosotros somos una comuna periférica, viajar e ir al museo no es algo cotidiano. Y te encontrai con la representación realista que es la que más te acerca al arte. Y encontrarlo en un lugar así, te acerca, porque aquí en Maipú que yo sepa no hay ninguna sala de exposiciones”.

“Yo hice dos exposiciones en el Teatro Municipal de Maipú —refiere Rigoletto—. Segundo piso. No sube nadie…”. Y agrega: “El otro día vi un aviso muy sencillo, de una exposición de pintura de no me acuerdo quién, y subí. No había nadie, ni siquiera un guardia mirando los cuadros. Una pobreza… Algo pasa ahí que no hay un empuje en la cultura. No sé”.

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Sergio Benvenutto Palacios

Exdirector del Diario La Batalla de Maipú.

Ver comentarios

  • estimado rigo, soy una ex.alumna del taller de la municipalidad, y estoy con deseos de asistir a un taller particular con ud. hace los dias domingo en la mañana y que valor tiene. muchos saludos.

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