
El Ecobarrio 4 Álamos de Maipú celebró dos décadas desde que vecinos y organizaciones comenzaron a transformar un terreno baldío en un espacio de vida, educación ambiental y encuentro comunitario.

El pasado miércoles 15 de octubre, el Ecobarrio 4 Álamos, ubicado en la intersección de Elizabeth Heisse con Las Acacias, en el tradicional barrio Esquina Blanca – 4 Álamos de Maipú, conmemoró dos décadas desde la plantación de sus primeros árboles nativos en memoria de personas fallecidas.
En el atardecer de la jornada nos reunimos con sus fundadores y vecinos de casas aledañas, quienes destacaron la continuidad de una iniciativa que ha transformado un sitio baldío en un pulmón verde comunitario.


El espacio, que comenzó con el apoyo de la organización Árbol Vida y hoy cuenta con respaldo de vecinos, el municipio y diversas instituciones, sigue siendo escenario de nuevas plantaciones.
El último ejemplar fue un pehuén (araucaria) plantado el 8 de octubre “a nombre de niños fallecidos en Gaza y Ucrania”, gesto que refleja el carácter solidario y universal del Ecobarrio, que recientemente recibió visitas de embajadores de Cali y Noruega en sus jardines.
La Batalla conversó con varios de sus protagonistas

Edita Moreno, dirigenta y voluntaria desde hace 14 años, compartió la rutina que mantiene viva la iniciativa:
“Todos los miércoles estoy acá trabajando con las chiquillas, plantando, haciendo almácigos, y además realizamos talleres para educar a los niños”.

El presidente del Centro de Difusión Ecobarrios, Ricardo Acuña, recordó los inicios del proyecto:
“Estoy desde el año 2004, cuando comenzamos con los huertos funerales. Desde 2006 hemos trabajado a full. Seguimos todos los miércoles de 10 a 13 horas, invitamos a todos los vecinos y vecinas de Maipú y alrededores”.

Para Bernarda Segovia, socia del lugar, el Ecobarrio tiene un profundo valor emocional:
“Vengo ya hace como ocho años a participar en este lugar, me invitaron y me encanta venir”.

“Hace veinte años que llegamos a este este sitio con mi esposo, que era presidente de la junta de vecinos, y empezamos a hacer plantaciones. Así empezó el ecobarrio, porque esto era un sitio que no había nada” recuerda Berta Gatica.

Más que un espacio verde, el Ecobarrio se ha convertido en un refugio para el bienestar y la convivencia. “Esto es una terapia”, dijo Acuña, refiriéndose a la participación de adultos mayores.
“Nos reímos, lloramos, compartimos un desayuno. Muchos esperan con ansias que llegue el miércoles para venir”.
El compromiso con la educación ambiental también sigue creciendo

“Nos gustaría que los colegios municipales se acercaran más, que trajeran a los alumnos. Esto está abierto para todos”, añadió Acuña, adelantando que el próximo 12 de noviembre recibirán a 40 estudiantes del colegio Andalué, quienes participarán en actividades de huerto y compostaje.
A veinte años de aquella primera plantación, el Ecobarrio sigue floreciendo, no solo como un espacio ecológico, sino como una comunidad que ha aprendido que sembrar un árbol es también sembrar esperanza.


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