La Biblioteca Popular Cecilia Magni

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Para mí, al menos, resulta muy llamativo oír a dos jóvenes expresarse con tal claridad. Y sobre todo, volcarlo consecuentemente en la acción, como lo hacen Jorge Rodrigo Pedraza (23) y Álvaro Flores (19), de la Biblioteca Popular Cecilia Magni.

Cecilia Magni

Cecilia Magni, más conocida como «Comandante Tamara», enfrentó a la dictadura desde la máxima dirigencia del Frente Patriótico Manuel Rodríguez. En 1986 participó en la fase logística del atentado contra Augusto Pinochet. En octubre de 1988, en el marco de un proyecto de alzamiento de la población civil de zonas rurales de Chile, asaltó junto a su pareja, Raúl Pellegrin, el retén de Carabineros del poblado de Los Queñes (VII Región del Maule), asesinando al Cabo 2° Juvenal Vargas Sepúlveda.

Pocos días después los cuerpos de ambos fueron encontrados flotando en el río Tinguiririca. De acuerdo al informe Rettig, “con lesiones contusas y huellas de aplicación de electricidad”. La comisión se fomó la convicción de que Cecilia Magni y Raúl Pellegrin fueron detenidos, torturados y ejecutados por agentes del Estado.

El nombre de la Biblioteca

“Queríamos hacer una especie de homenaje a alguien que tenía un mismo ideal de lucha que nosotros, si bien usó distintos modos de hacer las cosas, por el contexto en que se encontraba, que fue el de la dictadura”, explica Jorge Rodrigo: “Un pequeño homenaje que también es cotidiano. No tan solo cuando se conmemora el aniversario, sino que todos los domingos, cuando se anota el nombre, o cada persona que ve el mural que dice Biblioteca Popular Cecilia Magni”.

“Queríamos recordar a una luchadora popular, a una revolucionaria chilena” —añade Jorge Rodrigo, e interviene Álvaro:

“Sobre todo, fue una persona que, bueno, tampoco era de una familia muy popular, que viviese en una población muy popular. Fue una persona que podría haberse sesgado y vivido su realidad, pero ella optó por construir algo en lo que creía. Hizo un camino, dio su vida, de acuerdo a lo que creía”.

“Yo creo que un mundo diferente no se puede construir con personas indiferentes —agrega—, y ella perfectamente pudo haber sacado una buena carrera, en un buen colegio, en una buena universidad, y ganado buen dinero. Pero ella optó por el camino del poder popular”.

“Le podríamos haber puesto Comandante Tamara a la biblioteca”, dice, “pero la idea de la biblioteca es que sea amplia y más que a la comandante nosotros le hacemos honor a la persona, que fue Cecilia Magni”.

Jorge Rodrigo reflexiona un momento con la vista fija en los libros, antes de realizar una aclaración:

“Independiente de que nosotros queramos ser una biblioteca amplia, nosotros somos de izquierda, y hacemos izquierda”.

Y agrega: “Esto igual está pensado, no para desligarse de acciones políticas, sino que se pensó más como un complemento de acciones políticas. Porque pensamos que a veces, para problemáticas que había en la comuna o a nivel nacional, generalmente era muy poca la gente que participaba, y solamente con tratar esas problemáticas no se llegaba a más… Entonces había que buscar otra forma de llegar a vecinos, a trabajadores, etcétera”.

“Nosotros, como primera instancia —sostiene Álvaro—, queremos algo bien básico, que es más que nada que el vecino se acerque a nosotros, que arriende un libro, que lea, y que converse con nosotros en primera instancia;  y más de fondo, algo más de tiempo y de años, y más difícil de hacer, es como un cambio de mentalidad. Lo que nosotros queremos es crear conciencia en la comunidad. Que es una meta a largo plazo”. “Por eso tenemos hartos libros de política. Para que el vecino se instruya”.

“Queríamos que el vecino se sienta identificado por el simple hecho de ser vecino, no por tener alguna instrucción política. Con esa idea también hacemos la biblioteca”—dice.

“Yo creo que la visión amplia que tenemos —interviene Jorge Rodrigo— no es desechar que es de izquierda, sino al contrario: es asumir que todas esas cosas son asumidas porque son una producción colectiva amplia. No de pequeños grupos que se sientan vanguardia…”.

“Que tiene que ver con la conciencia de clase, que se llamaba hace tiempo. Siempre fue una cosa que se producía entre los mismos trabajadores, que en un principio no tenían conciencia de clase. Entonces, se tenía la conciencia de que eso se debía producir con la misma experiencia de lucha”.

“Esto es parecido. Si bien está cercano a los pobladores, busca también crear esa conciencia de su propia experiencia. No siendo la voz de ellos, sino ir construyendo una voz. Hacer voz entre todos”.

El funcionamiento de la biblioteca

“Para poder juntar plata y llegar a los vecinos tenemos la idea de hacer un torneo de fútbol —cuenta Álvaro—. Juntar unos ocho equipos, con árbitro y todo. Nos queremos conseguir una cancha que queda ahí en “El Líbano”. Es municipal pero está encargada a un club que se llama “Huracán”. Por eso dependemos de cuándo nos puedan prestar la cancha. Sale cinco mil por hora, necesitamos hablar con el vecino para ver si nos puede hacer una rebaja”. “Si nos va bien, juntaríamos unos cuarenta mil pesos.

“También tenemos la idea de hacer un bingo —continúa—. Ahí podríamos juntar más vecinos, porque a un campeonato uno puede traer amigos, pero en un bingo puede hacer la conexión con los vecinos del barrio”.

Jorge Rodrigo puntualiza:

“Además de obtener recursos, nos interesa la forma de hacerlo. Hay formas que hacen fácil obtener recursos, y no dan tanto trabajo, pero alejan mucho. Actividades como un bingo, un campeonato, nos acercan más a la comunidad, generan otras relaciones, que es lo que nos interesa: la identidad con la comunidad”.

¿Para qué precisan el dinero?

“Primeramente, necesitamos un toldo y terminar el mural que estamos haciendo —responde Álvaro—. También queremos pintar un lienzo, cosa de concretar más la biblioteca, porque ahora es más que nada una mesa con libros.

“Queremos organizarla, tener un mueble, que esté todo organizado. En una de esas, comprar un notebook, porque ahora inscribimos con un lápiz pasta” —ríen.

Poco después pasará frente a la mesa una pareja de mujeres. Una de ellas retrocederá, a despecho de la otra, que llevaba urgencia.

— ¿Tiene un libro como de autoestima?, hay unos que son re buenos… —pregunta.

—Uhm, no tenemos… —responde Jorge Rodrigo.

—Pero hay uno de psicología por acá pos —dice Álvaro, y se apresta a buscar…

— ¡Ah!, yo leí ese cuando era chica —dice la mujer, que se llama Marina, apurada por la otra—… ¿Tengo que mostrar el carnet de identidad?

—No. Nosotros le pedimos sus datos y una vez que la inscribamos le prestamos los libros. Se pueden pedir hasta dos, y se los prestamos hasta por dos semanas. Luego puede renovar…

— ¿Puede ser ahora ya?

—Sí.

— ¡Ya! —exclamó Marina— Ese quiero: Amores que matan.

“Me gusta leer, me encanta leer”, cuenta. Dice que lee camino al trabajo.

— ¿Cuándo tengo que devolverlo?—pregunta.

—Aquí mismo, los domingos. Y si hubiera menos calor, en la feria (de Jorge Guerra con Abisinia, en la villa San Juan).

Ese día hacía muchísimo calor. La Biblioteca Popular estaba a la sombra de un árbol de la plaza de Abisinia con Neptuno (frente al Unimarc, en la misma villa).

— ¡A leer! —exclamó Marina antes de marcharse junto a la otra.

Cuenta Álvaro que el ánimo de lucro está tan naturalizado entre los vecinos que algunos se han marchado indignados porque sacar un libro resulta gratis.