Chispeaba en Santiago cuando hablamos con Angélica Marín (33). Ese día, el martes 19 de agosto de 2014, había ido a enterrar a su hija.
El principio
La hija de Angélica se llamaba Scarlette Espinoza, y tenía 15 años. Transmitimos a continuación el relato que nos hiciera Angélica de los últimos días que pasó con ella.
Días después de haberse golpeado el estómago, Scarlette presentaba dolor y fiebre. El miércoles 13 de agosto, su madre la llevó al SAPU El Roble, de la comuna de La Pintana. Allí le prescribieron tres días de descanso, e ibuprofeno.
Finalizados los tres días de descanso, el sábado 16, Scarlette tenía 42 grados de fiebre. Nuevamente en el SAPU El Roble, le diagnosticaron una infección urinaria, y la mandaron a hacerse un examen de orina al hospital Padre Hurtado, en San Ramón.
Tras practicarle una serie de exámenes, allí se percataron de que Scarlette tenía «infección urinaria, el riñón inflamado más un cálculo renal”. Y la sometieron a una serie de procedimientos, a la par de los cuales Scarlette fue decayendo notoriamente. «Tu hija está infectada grave», le dijeron a Angélica.
La mañana del domingo 17, «comenzó a decaer de una». “Yo decía: ¡La niña, la niña!, ¡algo le esta pasando a la niña, se me va a ir doctor!, y el viejo traspiraba”. “Y ellos adentro ya se habían dado cuenta que a la Scarlette la infección del riñón se le tiró para un pulmón”.
Al final, resolvieron derivarla. El motivo, según Angélica, fue que el único hospital que en ese momento contaba con un urólogo para que operara a su hija era el hospital El Carmen.
Desde el Hospital Padre Hurtado no quisieron entregarnos ninguna información.
En el hospital El Carmen de Maipú.
Scarlette llegó al hospital El Carmen junto a su madre a las 17:55 del domingo 17 de agosto.
La ambulancia las dejó frente a la entrada general, dice Angélica, quien fue corriendo hasta el mesón, dando voces de lo que tenía su hija. “Esperen, me dijeron, pasen a la niña y aquí le vamos a hacer el papel». «Mi hija venía casi muriéndose de allá, con la boca toda morada”, dice entre lágrimas.
Al final, dejaron a Scarlette en una silla de ruedas. Una silla de ruedas que ni siquiera tenía donde apoyar los pies, afirma.
“Mamá, me siento mal”, decía Scarlette: “mamá, búscame una camilla”. El triaje que le realizaron consigna una categorización «C3 – Moderado». El triaje es un método de «clasificación de los pacientes basándose en las prioridades de atención, privilegiando la posibilidad de supervivencia, de acuerdo a las necesidades terapéuticas y los recursos disponibles» (Wikipedia). El C-1 se asigna a pacientes que requieren reanimación y/o estabilización inmediata, por riesgo inminente de su vida.
¿Vio un médico a Scarlette en la sala de espera?
“Nada, estuvo cuatro horas tirada en la silla de ruedas (…) Cuatro horas tirada en la sala de espera”.
“Yo voy para adentro –continúa Angélica—. Le lloro a una señora. Le pido por favor, que mi hija viene grave, que la tenían que atender. Porque yo no hallaba qué hacer, porque no me la querían atender los paramédicos (…) ¡Por favor!, ¡mi hija se va a morir sentada ahí!, ¡hablen con un doctor!”.
“A mi hija la atendieron recién a las 22:30. Mi hija ya iba mal, iba con todas las cosas malas”.
Cuando la atendieron, dice Angélica: “(…) le hicieron en diez minutos algo que le pudieron haber hecho en cuatro horas que mi hija estuvo tirada”.
“Le chantan la manguera vaginal pa’ que hiciera orina y yo creo que le tienen que haber tocado el riñón, y mi hija mandó un grito: ¡No!, ¡mamá! Quizás qué le hicieron a ese riñón. A lo mejor no había que hacerle eso”, rompe a llorar Angélica: “Todo eso lo hicieron muy rápido. La levantaban y ella se ahogaba. Entonces mi hija con tantas cosas, me la destrozaron”.
“Yo le decía: Scarlette, tenís que tener fuerzas. Mamá, déjate de huevearme, me decía (…) Y después yo le empecé a dar besitos, y yo le sentí un olor raro en la piel. Así como de muerto, así como que la piel ya se le estaba pudriendo. Y la Scarlette me decía: Mamá, no me des tantos besos, déjame dormir”.
Posterior a eso Angélica no vio más a su hija. En una sala de espera, comenzó a gritar:
“Ustedes, chuchasdesumadres, mi hija se está muriendo adentro y estos reculiaos la atendieron mal. Todos ustedes, todos ustedes me atendieron mal a mi hija. La tuvieron CUATRO HORAS sentada aquí y ahora mi hija está mal. Se la llevaron corriendo para allá porque mi hija se está muriendo…”.
“Y viene una galla y dice: Échenla para afuera. ¡Échenme pa’ afuera pos!, ¡la gente va a estar toda conmigo! ¡Voy a traerles al tiro la tele! Y un paco le dijo: No la saquís na’ mejor”.
«Traer la tele»
Yo, el autor de esta nota, con toda la indignación posible, estimo que no sería tan necesario traer la tele, si todas las personas se atendieran en los mismos hospitales. Porque entonces los poderosos, quienes toman las decisiones, verían y oirían lo mismo que quienes no tenemos ningún poder. Y todos y todas tendríamos el mismo interés en que el sistema mejorara.
El final
“El doctor venía todo derrotado —cuenta Angélica, y se larga a llorar—. Yo no quería que me dijera… Yo le dije: No me diga por qué viene con esa cara… Y él venia llorando. Yo le dije: ¿Sabe cuántas horas estuvo mi hija abajo? CUATRO HORAS. A usted se la tiraron toda hecha tira”.
Un reclamo
Angélica plasmó su experiencia en un formulario de registro de solicitudes ciudadanas del Hospital El Carmen (las correcciones que facilitan la lectura son nuestras):
«Se ingresa 17:55 hrs. Dos paramédicos que hicieron caso omiso a la petición de la mamá, ellos no tomaron los signos vitales. Estuvo en una silla de ruedas en mal estado, teniendo la niña que estar con los pies en el suelo, en las condiciones en que estaba.
«Después fue ingresada a un box a las 10: 30 hrs. [22:30 hrs.] del día domingo [17 de agosto]. Cuando se dieron cuenta de lo que pasaba la trasladaron al sector de reanimación y ahí a UPC, y ahí falleció a las 02:05 de la madrugada [del lunes 18 de agosto]».
En las próximas horas información proporcionada desde el hospital El Carmen de Maipú.