«(…) el memorial sufre las consecuencias del olvido y el abandono, del ataque inconsciente de las nuevas generaciones a las que no ha sido posible transmitir su significado profundo (…)».
Hace poco más de un año, fue inaugurado el memorial en homenaje a los Detenidos Desaparecidos y Ejecutados Políticos en la comuna de Maipú.
Fue una ceremonia emotiva, con todo el ambiente conmovedor que implica este tipo de actos en que se recuerda la memoria de las víctimas de los crímenes contra derechos humanos bajo el período dictatorial en Chile desde pasado los años setenta.
El memorial cuyo diseño corresponde a placas de acero oxidado emerge desde un costado de la Plaza Mayor de la comuna en dos láminas desiguales que se entremezclan en el paisaje configurando un espacio para el recogimiento y elevación de una súplica silenciosa para “no repetir nunca más en la historia de Chile los atropellos a los derechos humanos”, como lo expresara en su discurso en el acto inaugural el entonces alcalde de Maipú Alberto Undurraga.
Junto con el Alcalde de la época asistieron familiares, vecinos y distintas autoridades a la ceremonia inaugural; entre ellos, los diputados Pepe Auth y Guillermo Teillier; los concejales de Maipú Herman Silva, Carlos Jara, Antonio Neme, Christian Vittori, Marcela Silva, Carol Bortnick y Nadia Ávalos; la Presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (AFDD), Lorena Pizarro; el Sacerdote Jesuita José Aldunate; el dirigente juvenil Camilo Ballesteros; y Patricio Chandía, presidente de la Agrupación de Derechos Humanos de Maipú.
La historia como siempre trae a la memoria los entretelones que se vivieron antes de que esta iniciativa viera la luz y es que no fue un camino fácil y estuvo lleno de acuerdos y desacuerdos; desde el sentido, el lugar, la forma. Incluso una vez aprobado y ya sorteadas todas las dificultades hubo desencuentros en cómo y quién lo construiría, pero finalmente todo aquello se superó y simplemente debió tratarse del interés profundo porque esta obra fuera el testimonio que todos sinceramente querían sentir en un lugar de privilegio en el corazón de la comuna, para visitarla, quererla y cuidarla.
Es corto el trayecto que en el tiempo tiene el memorial, tanto así que muchos de los actores presentes en su inauguración, los que tan incansablemente lucharon por que fuera realidad, siguen vigentes, cruzan muchas veces la plaza, hacen planes para su futuro; seguramente están pensando en nuevas conmemoraciones, en nuevos discursos en el que volverán a fijar sus posiciones ideológicas a propósito de los 40 años de la instauración de la dictadura en Chile.
Mientras tanto el memorial sufre las consecuencias del olvido y el abandono, del ataque inconsciente de las nuevas generaciones a las que no ha sido posible transmitir su significado profundo, y está el olvido de los mismos que un día con la garganta apretada y embargados por la emoción quisieron recordar a los que desaparecieron o fueron ejecutados por pensar de manera distinta.
Cierto es que no se olvida lo que permanece en el corazón, pero al pasar por la plaza mayor y ver las condiciones en que está el memorial, no se puede menos que reflexionar sobre el breve tiempo que ha pasado y el desconsuelo que resulta de la indiferencia. laBatalla