Por Jairo Valdés*.
Llevo dos años trabajando en diferentes campamentos en Santiago, con mayor énfasis en el Campamento Japón, uno más de los campamentos de la comuna de Maipú.
Hace rato vengo chocando con la nula voluntad política para erradicar los campamentos en Chile. Golpeo y golpeo puertas, para ver diferentes alternativas de poder erradicar a las cuarenta familias del Campamento Japón.
De los políticos, la verdad no espero nada, pero me preocupa la comunidad. La poca empatía y la facilidad de poder emitir juicios de valor con un grupo de familias que tienen la mala fortuna de vivir en la extrema pobreza. Como pasó con estas 116 familias, que el concejo municipal rechazara su proyecto de viviendas sociales Flor del Valle.
Pero saben, entiendo los dos puntos. El primero, la gente en los campamentos tiene el mismo derecho que usted y yo de poder obtener la anhelada casa propia (aunque en este país tener una casa propia ya casi es un privilegio).
Y segundo, usted de preocuparse de quienes serán sus nuevos vecinos.
Las grandes instituciones que en Chile debiesen velar por erradicar los campamentos, no siempre hacen bien su trabajo. Muchas veces se convierte en un negocio de construir casas.
El problema de las familias que viven en campamento no es solo un problema de vivienda, hay un gran problema de faltas de oportunidad y sobre todo otorgar las herramientas necesarias para poder realmente romper el círculo de la pobreza.
Estas familias llevan ocho años en este proceso, planificando la integración, y soñando con tener un bienestar sobre todo para sus hijos.
Queremos un mejor país, queremos menos delincuencia, queremos igualdad, pero escuchamos la palabra Campamento y todos nuestros prejuicios salen a flote.
Sueño con tener un país donde realmente seamos todos iguales y podamos dar la oportunidad de integrar a los que menos tienen.
* El Mejor Cambio de Tu Vida.