Un grupo de personas, alrededor de 67, se agruparon en un sindicato llamado “Fe y Esperanza” con la idea de conseguir una oportunidad de trabajo. Estas personas llevan trabajando de “coleros” alrededor de ocho años y cuentan que en los últimos dos se han visto presionados por la presencia de Carabineros e inspectores municipales.
Carabineros que en ocasiones llegan en un operativo de cerca de 12 uniformados y les cursan una infracción, aunque en otras les indican la hora en que se retirarán para que ellos ocupen sus lugares cuando se hayan ido, según dicen. “Dependiendo de la buena onda del Carabinero”.
Estas infracciones son de tres UTM (Unidad Tributaria Mensual), 138 mil pesos aproximadamente. Que en el caso de no ser canceladas, se deben pagar con reclusión nocturna.
Acusan persecución de Carabineros: “la gente ya no viene a trabajar porque saben que no se van a poder poner”. “Hay una persona que le quitaron la mercadería y los demás agarraron miedo”. “Son muy agresivos, las carabineras agresivas total”.
Cuentan que en una oportunidad llegó un Comandante quien les solicitó las cédulas de identidad, realizó el control y dijo “se van todos de parte por weones”. “Es una falta de respeto”, dice Jacqueline González. “Da rabia” indica Juan Benavides.
El día jueves visité la feria que se ubica en las Calles Campanario y Cuatro Poniente. Me reuní con Rigoberto Tapia, secretario del sindicato, y para mi sorpresa solo me encontré con tres puestos de coleros incluido el de Rigoberto. Además de la señora Jacqueline González, que acompañada de un carrito que contenía las humitas que ella misma prepara y cada cierto tiempo anunciaba “¡huuuumitas calentiiiitas!”.
“Vendo humitas en este tiempo porque puedo vender más, en otra época vendo juguetes reciclados”.
Y este es un punto de conflicto con los feriantes establecidos que cuentan con patente, ya que ellos deben respetar el rubro de su permiso, sin poder faltar a su giro ya que son fiscalizados.
Por ejemplo, la señora de la feria que hace 15 años vende “Frutos del Valle” entre ellos aceitunas y huesillos indica: “yo no puedo vender otra cosa que sea de otro rubro” y “me molesta porque yo pago mi patente y ellos no (…) se pagan como 60 mil pesos dos veces al año”. “Incluso tienen puestos mucho más grande que nosotros”.
Le gustaría que “haya más orden”.
Por otro lado, los coleros sindicalizados indican no pagar patente no porque no quieran, sino porque no se les ha dado la oportunidad.
El sindicato reunió 600 firmas de vecinos que estarían de acuerdo con su funcionamiento, sin embargo existen otros que están disconformes. Pero “la mayoría nos apoyan” y “no entendemos por qué esta minoría tiene tanto peso”
“Ellos piensan que hacemos en la calle, pero nos aguantamos o usamos los baños químicos de la feria”.
El sindicato entiende que “a nadie le gusta que haya una feria en su casa” y por lo mismo prepararon una propuesta que presentaron al Concejo Municipal el día 27 de diciembre de 2016. La propuesta incluye un nuevo trazado donde se podrían ubicar, específicamente en la Calle Campanario desde el pasaje Río Maipo hasta El Conquistador. “Aunque parezca ilógico (la ruta que escogimos) es para evitar problemas”, ya que la feria está ubicada hasta 4 Poniente y quedaría un trazado sin feria, donde se ubicarían las personas que les molesta su funcionamiento.
Además, “estableceremos como obligaciones dejar la calle totalmente libre de basura, pasajes despejados sin autos ni personas vendiendo al cierre de la feria. Pondremos baños ubicados en la plaza frente al Conquistador con Parque Los Reyes, durante el ejercicio de nuestras labores”.
“Para mantener la armonía con el entorno, todos tendremos un toldo de color azul con puestos de 3/3 metros, y se exigirá que la mercadería sea de legal procedencia, teniendo todos los papeles que la autoridad nos exija”. Entre otras iniciativas.
Solicitan que inicialmente se dé por un período de prueba de seis meses y luego definitivo.
Afirman que el “80% de las ventas las tenemos el día domingo aquí” pero la idea es “regularizar las tres ferias”, haciendo referencia a la de Inca de Oro, Conquistador y Campanario.
Cada cierto tiempo caminaban por la calle vecinos del sector que realizaban sus compras y que familiarmente se saludaban con los coleros. Cuando llegó Sergio, caballero con su piel roja debido a la exposición al sol, y con dificultades para hablar, me contó su historia: “yo mismo no puedo trabajar en otra cosa, por mi enfermedad que yo tengo, ¿a dónde me van a recibir así?, por eso yo necesito de esto”. Don Sergio luego me llevó a su puesto de ropa usada, ubicado en una cancha junto a otros coleros.
Los coleros hacen un llamado a que se solucione el problema: “No estamos haciendo nada malo, nos estamos ganando con esfuerzo el dinero que llevamos a nuestra casa”, menciona Sara Díaz, quien afirma comprar sus productos en una distribuidora.
“No somos delincuentes y tampoco estamos pidiendo limosna, estamos pidiendo trabajo”, agregó Rigoberto.
La tarea es de las autoridades municipales, quienes deberán encontrar la forma de crear un diálogo, donde se pueda trabajar en conjunto con feriantes, coleros y vecinos, estos últimos preocupados por la posible devaluación de sus hogares en caso de que se instalen frente a ellos y por las consecuencias de tener una feria frente a sus propiedades.
“La Muni nos dijo que antes de fin de mes nos daban una respuesta, pero aun no nos han dicho nada, entonces vamos a tener que ir al concejo nuevamente”.